martes, 20 de julio de 2010

Jadiya bint Juwaylid


Jadiya, que Allah este complacido con ella, procedía de una noble familia. Su padre Juwaylid fue uno de los más honorables líderes de su tribu hasta que fue muerto en una batalla. Su primer marido también murió, dejándola convertida en una mujer muy rica. Cuando Muhammad, que Allah le bendiga y conceda paz, todavía era un joven, ella le confió parte de su riqueza, pidiéndole que comerciara con esta riqueza en Siria en su nombre. Él, que Allah le bendiga y conceda paz, era bien conocido por su honestidad, veracidad y confiabilidad. Así él regresó de Siria habiendo conseguido una gran ganancia para Jadiya. Después de haber escuchado su relato del viaje, ella decidió que él seria el mejor marido, incluso a pesar que muchos de los más importantes de entre los nobles de los Quraish ya la habían pedido en matrimonio y habían sido rechazados; así, y a su debido tiempo, ella le propuso a él matrimonio. Después de que el tío del Profeta, Abu Talib, dio su bendición a la propuesta de matrimonio, Muhammad y Jadiya se casaron. En el momento del matrimonio, el Profeta tenía veinticinco años, mientras que Jadiya tenía cuarenta años. Durante los quince años siguientes vivieron felices juntos, y Jadiya dio a luz varios niños. Su primer hijo a quien llamaron Qasim, murió cuando solamente tenia dos años de edad. Nació de ellos un hijo más, llamado Taqyyib o Tahir, que asimismo murió en su infancia. Sin embargo, Muhammad y Jadiya también tuvieron cuatro hijas que sobrevivieron: Zaynab, Ruqayya, Umm Khulthum y Fátima. Nadie excepto Allah por supuesto – conoce mejor a un hombre que su esposa, tanto en sus buenas como en sus malas cualidades, en su fuerza y en su debilidad. Cuanto más conocía Jadiya a su esposo, mas lo amaba y más lo respetaba. Todos en Meca lo llamaba `al Amin ', que significa 'el digno de confianza', y ella, mas que nadie, sabía lo apropiado que este nombre era para él. Se convirtió en una costumbre de Muhammad el pasar cada mes de Ramadán en retiro y reflexión en una cueva en la montaña de Hira, que queda a las afueras de Meca. Jadiya siempre se aseguraba de que tuviera comida y bebida durante su retiro. Hacia el final de un mes de Ramadán, cuando él tenia cuarenta años y Jadiya cincuenta y cinco, Muhammad apareció de repente en su casa a medianoche, temblando de miedo y diciendo, "¡Cúbreme, cúbreme!" Jadiya se alarmó mucho al verlo en tal estado. En seguido cubrió sus hombros con una manta y, cuando él se tranquilizó, le pidió que le contara exactamente lo que había ocurrido. Él le contó como un ser a quien nunca antes había visto de hecho se trataba del ángel Yibril (Gabriel) había aparecido súbitamente mientras dormía y le había dicho "¡Lee!" "Pero yo no puedo leer," había contestado. Porque él era iletrado y no sabía leer ni escribir. "¡Lee!" le había repetido el ángel, tomando a Muhammad cerca de su pecho. "No se leer," repitió Muhammad. “¡Lee!" repitió el ángel, asiéndolo con firmeza otra vez. "¿Qué debo leer? " preguntó Muhammad con desesperación, y el ángel contestó:

"¡Lee en el nombre de tu Señor que ha creado! Ha creado al hombre de un coágulo. ¡Lee, que tu Señor es el más generoso! El que enseñó por medio del cálamo, enseñó al hombre lo que no sabía." (Corán: 96:1-5)
Aunque Muhammad, que Allah le bendiga y conceda paz, no fue completamente consciente en ese momento, este era el principio de la revelación del Corán; pero en ese primer encuentro con el ángel Yibril, Muhammad estaba muy asustado, ya que no sabía quien era el ángel Yibril o que era lo que estaba pasando. Se despertó y salió corriendo de la cueva solamente para encontrarse con que Yibril permanecía enfrente de él, y siempre que apartaba su vista de él, Yibril se le aparecía en frente de nuevo, llenado el horizonte con su imponente aunque hermosa figura. "Oh Muhammad," dijo Yibril, "tú eres el Mensajero de Allah y yo soy Yibril," y con estas palabras desapareció de la vista de Muhammad. Después de que el ángel hubiera desaparecido, Muhammad, que Allah le bendiga y conceda paz, descendió la montaña tan rápido como pudo, sin saber si se estaba volviendo loco y viendo cosas surgidas de su imaginación, o si había sido poseído por un jinn (genio). Al escuchar las palabras de Muhammad, Jadiya no compartió ninguno de estos temores. Ella se dio cuenta de que algo tremendo y algo que inspiraba reverencia le había sucedido a su esposo, y estaba segura, conociéndolo como lo conocía, de que él no estaba loco ni poseído. "No te preocupes," dijo ella, "por Aquel que tiene el dominio sobre el alma de Jadiya, espero que seas el Profeta de esta nación. Allah nunca te humillaría, porque eres bueno con tus parientes, veraz en tu palabra, ayudas a los necesitados, socorres a los débiles, alimentas al huésped y respondes a la llamada de aquel que está en dificultad." Cuando Muhammad, que Allah le bendiga y conceda paz, estuvo un poco más tranquilo, Jadiya lo llevó a ver a su primo, Waraqa ibn Nawfal, ya que éste era un hombre de conocimiento, y ella estaba segura que él podría explicar el significado de lo que le acaba de ocurrir a su amado esposo. Waraqah había estudiado profundamente los libros, tanto de los judíos como de los cristianos, y había aprendido de muchos de los más sabios de su gente. Él sabía que la llegada de otro Profeta había sido anunciada por Moisés y Jesús, la paz sea con ellos, y conocía muchas de las señales que confirmarían la identidad de este Profeta cuando apareciera. Después de escuchar atentamente el relato de Muhammad, que Allah le bendiga y conceda paz, Waraqah, que era viejo y ciego, exclamó, "Este es el mismo ser que le trajo las revelaciones de Allah a Moisés. Quisiera ser joven y estar vivo cundo tu gente te persiga y te saque de la ciudad." Muhammad preguntó, "¿Me van a expulsar?" "Si," contesto Waraqah. "Nadie ha venido con aquello que te ha sido dado sin que haya sido tratado con enemistad; y si yo viviera hasta el día en que seas expulsado, entonces te apoyaría con toda mi fuerza. Deja que te examine la espalda." Diciendo esto, Waraqah examinó la espalda del Profeta entre los hombros y encontró lo que estaba buscando: una irregularidad en la piel pequeña, redonda y ligeramente levantada, más o menos del tamaño de un huevo de paloma. Este era otro de los muchos signos que Waraqah ya sabía que indicaban la identidad del siguiente Profeta después de Jesús, la paz sea con él. "¡Este es el Sello de la Profecía!" exclamo Waraqah. "¡Ahora estoy seguro que de tú eres el Profeta cuya venida fue anunciada en la Torah que le fue revelada a Moisés y en el Inyil que le fue revelado a Jesús, la paz sea con ellos! ¡Tú eres, sin duda, el Mensajero de Allah, y el ser que se te apareció en la montaña era, sin duda, Yibril! Jadiya estaba al mismo tiempo feliz y asombrada de saber que lo que ella entendió sobre lo que había pasado en la montaña se había confirmado. No mucho tiempo después de este incidente, Muhammad recibió la orden en otra revelación de Allah, por medio del ángel Yibril, de que llamara a la gente a adorar únicamente a Allah, y fue en este momento en el que Jadiya no se privó de expresar en público lo que ella había mantenido en secreto por algún tiempo: "Yo atestiguo que no hay dios mas que Allah," dijo ella, "y yo atestiguo que Muhammad es el Mensajero de Allah." En los años que siguieron, años difíciles en los que los líderes de los Quraish hicieron todo lo que estaba en su mano para detener al Profeta en la propagación de su mensaje, Jadiya (que Allah este complacido con ella) fue, una constante fuente de ayuda y apoyo para Muhammad, que Allah le bendiga y conceda paz, en las dificultades que tuvo que enfrentar. Jadiya (que Allah este complacido con ella) gastó toda su riqueza en el camino de Allah, ayudando a difundir el mensaje de su marido, ayudando a liberar a los esclavos que habían aceptado Islam, ayudando a alimentar y a dar refugio a la comunidad de musulmanes que poco a poco crecían en número y fuerza. Los Quraish estaban enfurecidos por el éxito del Profeta e hicieron todo lo posible para desanimar tanto al Profeta como a sus seguidores, a menudo infligiendo terribles torturas sobre ellos, aunque sin éxito. La situación se volvió tan difícil que el Profeta le dijo a algunos de sus seguidores que fueran a Abisinia, donde su gobernante, el Negus, que era un Cristiano sincero, les dio refugió y protección. Llegó un momento en el que, como Waraqah había anunciado, Muhammad y sus seguidores –junto a todos los miembros de su tribu, los Banu Hashim fueron expulsados de la ciudad de Meca y obligados a acampar en un pequeño barranco en las montañas de las afueras de Meca. Esto ocurrió mucho después de la muerte de Waraqa, y como siete años después de la extraordinaria noche de poder en la cual Muhammad, que Allah le bendiga y conceda paz, había recibido la primera revelación del Corán por medio del ángel Yibril. Allí, en el barranco, mientras que sus casas quedaban vacías en Meca, los musulmanes fueron expuestos a la amargura de las frías del invierno y a la fiereza de los calurosos días del verano. Teniendo muy poco para comer y escasos medios para cobijarse. Nadie compraba nada de los musulmanes ni tampoco les vendía nada, ni permitían que sus hijos o hijas se casaran con ellos. Afortunadamente los que en secreto simpatizaban con los musulmanes les mandaban lo que podían de comida en cuanto veían una oportunidad, a veces cargando las provisiones sobre un camello o un y enviándolo al galope en la dirección del campamento de los musulmanes, con la esperanza de que el animal no se detuviera o se perdiera antes de llegar a su destino. Durante tres años la pequeña comunidad musulmana vivió una vida de dureza y privaciones, pero aunque sufrían de hambre y sed, y de estar expuestos al calor y al frío, ese fue un tiempo en el cual los corazones de los primeros musulmanes fueron purificados y llenados con la luz del conocimiento y de la sabiduría. Los musulmanes sabían que estaban siguiendo la verdad, y por lo tanto nada mas que esto les importaba. No les importaba lo que los Quraish les hacían o lo que decían de ellos. ¡Allah y su Mensajero eran suficientes para ellos! Fue durante este periodo que los musulmanes que habían buscado refugio en Abisinia regresaron, solo para encontrar que la situación en Meca estaba aún peor que cuando la habían abandonado. Poco después, muchos de ellos regresaron a Abisinia, con un número de gente que se vio incrementado, por aquellos a los que el Profeta, que Allah le bendiga y conceda paz, les había pedido que les acompañaran. Finalmente el bloqueo fue levantado y los musulmanes pudieron volver a entrar a la ciudad; pero los tres años de dureza se habían cobrado sus víctimas. El primero de todos el tío del Profeta, Abu Talib, que tenía mas de ochenta años de edad, murió; y luego unos meses más tarde, durante el mes de Ramadán, Jadiya también murió, a la edad de sesenta y cinco años, que Allah este complacido con ella. El Profeta Muhammad, que Allah le bendiga y conceda paz, lamentó la muerte de Jadiya profundamente. Habían compartido veinticinco años de matrimonio juntos y ella le había dado seis hijos. Solo una de las futuras esposas del Profeta (María la Copta), le daría otro hijo, Ibrahim, que, como Qasim, tuvo como destino morir cuando todavía era muy pequeño, a la edad de dieciocho meses. Jadiya había sido la primera persona en aceptar públicamente a Muhammad, que Allah le bendiga y conceda paz, como el Mensajero de Allah, y nunca dejó de hacer todo lo posible para ayudarlo. El amor y la misericordia habían crecido entre ellos, incrementándose en calidad y profundidad con el paso de los años, y ni siquiera la muerte pudo acabar con este amor. El Profeta Muhammad, que Allah le bendiga y conceda paz, nunca dejó de amar a Jadiya, y aunque se casó con varias mujeres en los años que se sucedieron y las quiso a todas, está claro que Jadiya siempre tuvo un lugar especial en su corazón. De hecho siempre que Aisha, su tercera esposa, escuchaba al Profeta hablar de Jadiya, o lo veía mandar comida a las viejas amigas o parientes de Jadiya, no podía dejar de sentir celos de ella, por el amor que el Profeta todavía le tenía. Una vez Aisha le preguntó si Jadiya había sido la única mujer que merecía su amor. El Profeta, que Allah le bendiga y conceda paz contestó, "Ella creyó en mi cuando nadie mas creía; ella aceptó el Islam cuando la gente me rechazaba; y ella me ayudó y me consoló cuando nadie más me tendía una mano para ayudarme." Ha sido relatado por Abu Huraira (que Allah este complacido con él) que en una ocasión, cuando todavía vivía Jadiya, llegó Yibril hasta el Profeta, que Allah le bendiga y conceda paz, y dijo, “Oh, Mensajero de Allah, Jadiya te está trayendo un tazón de sopa (o comida o bebida). Cuando llegue a ti, dale saludos de paz de Su Señor y de mi parte, y dale las buenas noticias de un palacio de joyas en el Jardín, donde no habrá ni ruido ni cansancio." Después de la muerte del tío del Profeta, Abu Talib, y de la muerte de su primera esposa, Jadiya, que habían muerto en el mismo año, el Profeta Muhammad, que Allah le bendiga y conceda paz, y su pequeña comunidad de creyentes aguantaron tiempos de gran dificultad y persecución por parte de los Quraish. De hecho, el Profeta, que en ese tiempo tenía cincuenta años de edad, llamó a ese año 'el Año de la Tristeza'. En privado, su querida esposa ya no estaba con él para compartir su vida; y en público los insultos que recibía de los Quraish se multiplicaron, ahora que ya no tenía la protección de su tío ya fallecido. Aún cuando viajó a Ta'if, una pequeña ciudad en las montañas a las afueras de Meca, para llamar a su gente a adorar a Allah, fue rechazado y apedreado por ellos. Ha sido relatado por Aisha que al Profeta en su camino de regreso a Meca, se le apareció Yibril y le dijo, "Allah, que Él sea exaltado y glorificado, ha escuchado lo que tu gente te dice y como han contestado a tu invitación, y ha mandado al ángel encargado de las montañas para que le puedas decir que quieres que haga con ellos." Después el ángel encargado de las montañas llegó a él, le saludó y dijo, "Oh Muhammad, Allah ha escuchado lo que tu gente te ha dicho. Yo soy el ángel encargado de las montañas, y tu Señor me ha mandado para que tú me puedas ordenar lo que quieras. Si lo deseas, puedo juntar las montañas de las afueras de Meca para que queden aplastados entre ellas." Pero el Mensajero de Allah, que Allah le bendiga y conceda paz, le dijo, “Mejor espero que Allah haga de sus descendientes una gente que adore únicamente a Allah, sin asociarle nada." Fue poco después de esto que la siguiente sura fue revelada:

En el nombre de Allah, el Misericordioso, el Compasivo. (1) ¡Por la luz de la mañana! (2) ¡Por la noche cuando está en calma! (3) Que tu Señor no ha prescindido de ti ni te desdeña. (4) La Última Vida será mejor para ti que la primera. (5) Tu Señor te dará y quedarás satisfecho. (6) ¿Acaso no te halló huérfano y te amparó? (7) ¿Y no te halló perdido y te guió? (8) ¿Y no te halló pobre y te enriqueció? (9) Por eso, no abuses del huérfano. (10) Ni ahuyentes al mendigo. (11) Y habla del favor que tu Señor te ha dado. (Corán: 93. 1 11)

Y así fue como aconteció.

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